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Martha Olvera, el rastro de la migración y la defensa de los derechos humanos

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Por Carlos Fabre Platas*

Tal y como ha quedado acreditado a lo largo de los grandes procesos históricos de la humanidad, el arte ha cumplido con rendir un testimonio sensible sobre los fenómenos sociales que nos conmueven y estremecen. Hablando del tema capital de la movilidad humana, un ejemplo de ello es este poema llamado “Si tú supieras”, de la autoría de Junior, un migrante centroamericano, que a nuestro particular juicio revela con sencillez la profundidad en la odisea en busca de un mejor destino:

Si tú supieras lo difícil que es caminar por este sendero / estar lejos de mi patria y de mi gente amada / no me perseguirías, me abrazarías y en mi llanto me acompañarías.

(https://circulodepoesia.com/2013/05/antes-de-pasar-la-frontera-poesia-de-migrantes-centroamericanos/).

LA COMPLEJIDAD Y EL CAMBIO DE LA MIGRACIÓN

A no dudarlo, el incremento de la pobreza, las condiciones precarias del trabajo, la violencia estructural acumulada en el sistema neoliberal y la inseguridad que se sufre en el subcontinente americano desde México hasta Venezuela y en los países afro – caribeños, ha sido la causante de una dinámica de movilización y desplazamiento humano, sin precedente en la última década. Sin embargo, la historia del movimiento migratorio de México a Estados Unidos es larga y sui géneris,  no sólo debido a que ambos países comparten una frontera de más de 3 mil kilómetros, sino porque la asimetría en el nivel de vida de ambas naciones es marcada y de origen ha sido una de las principales causas de la movilización de nuestros connacionales (file:///C:/Users/Lenovo/Desktop/Dialnet-ElFlujoMigratorioEnMexico-5425990.pdf).

Por otro lado, sostiene y con razón, Arturo Santamaría Gómez, profesor adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Sinaloa, en su ensayo “El movimiento de los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos”, publicado en la revista Política y Cultura número 27, de fecha enero de 2007: “la presencia de los inmigrantes indocumentados en la economía y sociedad estadounidense es de tal dimensión que ha adquirido una enorme relevancia entre las clases asalariadas de Estados Unidos. De la misma manera, los inmigrantes han sido parte de los movimientos sindicales, culturales y de los derechos humanos más relevantes en Estados Unidos en los últimos treinta años.

A todo esto, imposible resulta soslayar como dato excepcional el clima que se vive en todo el estado de Texas, crispante y ríspido, acentuado por la promulgación de la llamada Ley SB4, cuyos más destacados críticos y opositores, la han calificado como la más dura ley antinmigrantes de Estados Unidos en los últimos 20 años.

Una ley que, según lo previsto, entraría en vigor en marzo de este 2024, impactando severamente la vida económica, política y social de Texas, el segundo Estado más poblado y compuesto por un 40% de hispanos.

Resulta que el gobernador Greg Abbott firmó y promulgó tres normas que endurecen el trato a los inmigrantes y permiten a las autoridades locales preguntar por papeles en cualquier parte de la entidad. De no tenerlos, la persona puede ser detenida y se expone a ser deportada a México. Sea o no nacional de este país. Es la ley conocida como SB4. Todo ello porque el gobernador Abbott considera que el estado actual de la frontera constituye un riesgo a la seguridad nacional de Estados Unidos.

La ley convierte los cruces ilegales en un delito que puede ser penado por las autoridades estatales. Esto permite a policías y jueces locales dar luz verde a las deportaciones, algo que la legislación estadounidense solo contempla para autoridades federales. Tal es el escenario en que el tema migratorio se debate en la actualidad.  Una ley cuyos estatus de aplicación –es menester aclarar–, se encuentra detenido en los tribunales por impugnaciones sobre su constitucionalidad.

En este complejo y multicausal universo de disparidades, se ha abierto paso a una nueva etapa de la migración, desde aquel pretérito 1929, donde se dio la llamada era del enganche por la construcción de los ferrocarriles en el vecino país del Norte, hasta las recientes crisis humanitarias marcadas por  la migración de menores no acompañados y por el creciente caudal de las caravanas, procedentes de la frontera sur de México.

Un escenario de encuentros y desencuentros; de éxitos y fracasos, donde surgió una historia ejemplar y significativa, hasta el día de hoy, por sus consecuencias y efectos, tanto legales como sociales y económicos. Hablamos de la trayectoria de lucha y dignidad eh la defensa de los derechos humanos de los migrantes, por parte de una mujer fuera de serie, cuyo caso, derivado de un entrevista que sostuvimos con ella, tiene el objetivo de consignar en este artículo, el hacer visible a quienes han contribuido a hacer realidad el llamado sueño americano, a base de sacrificio, resistencia e incluso a costa de la vida de ellos mismos o de sus familiares.

 

EL CASO DE SERAFÍN OLVERA

Nacida en San Luis Potosí, México, Martha Olvera dio sus primeros pasos en el trabajo comunitario en fechas tan remotas que no las recuerda con precisión, debido al impacto de la tragedia que las originó, pero que conforman parte indivisible de su vida. Desde muy joven, ya en los Estados Unidos, Martha se dio a la tarea de apoyar y asesorar los trabajos que derivarían en la primera modificación sustantiva que hubo en los Estados Unidos sobre el tema migratorio, allá por los años que van de 1986 a 1990. Martha se hizo cargo de acopiar e integrar los documentos de muchos migrantes mexicanos que en ese periodo solicitaron la residencia americana; siendo ella y su esposo Gelacio los últimos en ingresar sus propios papeles, lo que evidencia su calidad humana.

Llegaría así la infausta fecha del 28 de marzo del 2001 donde, tras recibir una brutal golpiza por parte de agentes migratorios federales, a escasos meses del incalificable suceso, moriría Serafín Olvera, hermano menor de Gelacio el esposo de Martha. Un hecho lamentable que marcaría el destino de esta mujer para siempre y que sería su principal motivación y la de su esposo Gelacio, para emprender una lucha incesante en contra de un acto criminal que, de no ser por su empeño, hubiera pasado inadvertido en esos tiempos donde –vamos a decirlo con toda la crudeza de la realidad–, las fuerzas del orden tenían “licencia” para matar al migrante.

Veamos aquí como, el 26 de febrero del 2008, el diario El Siglo de Torreón consignó el caso en sus páginas refiriendo que los familiares de Serafín serían indemnizados en los Estados Unidos, como una tardía suerte de reparación del daño, que en la actualidad han establecido organismos internacionales sobre derechos humanos como la ONU y la OEA, en el esquema de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos:

“EEUU deberá pagar indemnización millonaria por muerte inmigrante”

Houston.- El Gobierno de EEUU indemnizará con 2,15 millones de dólares a la familia de un inmigrante mexicano que murió de una fractura en el cuello un año después de una refriega con agentes de inmigración.

Las autoridades federales estadounidenses aceptaron el pago de esa suma millonaria mediante un acuerdo alcanzado con los representantes legales de la familia de Serafín Olvera Carrera, de 47 años y padre de cinco hijos, según informa hoy el diario «San Antonio Express-News», de esa ciudad de Texas.

Olvera Carrera, un mexicano indocumentado que falleció de complicaciones cerebrales, cardíacas y respiratorias en febrero de 2002 en un hospital de Houston (Texas), quedó discapacitado tras un forcejeo con los agentes de inmigración en marzo de 2001.

En una audiencia celebrada el martes en San Antonio, el juez Fred Biery dio su aprobación al acuerdo entre el Gobierno de EEUU y la familia de la víctima. Las autoridades de EEUU habían negado responsabilidad en el incidente en el que participaron policías del antiguo Servicio de Inmigración y Naturalización (INS).

Sin embargo, uno de los tres agentes convictos en un juicio criminal sobre los daños a ese inmigrante explicaron en el tribunal que los fiscales les habían usado como «chivos expiatorios». El diario informó de que Denton Lankford, un portavoz de los servicios de inmigración en San Antonio, dijo que el caso fue investigado exhaustivamente por el Departamento de Justicia de EEUU, la oficina del fiscal de Texas y por un Gran Jurado.

En base a los datos recabados, un Gran Jurado (un grupo de 25 ciudadanos que pueden determinar si un caso merece ser sometido a juicio), los tres agentes de inmigración sospechosos fueron procesados y condenados por un jurado federal de Houston en junio de 2003.

El jurado determinó que los agentes de inmigración Richard Henry Gonzáles, Carlos Reyna y Louis Rey Gómez, todos de San Antonio, actuaron deliberadamente con indiferencia al fallar en no darle a tiempo la atención médica necesaria a Olvera Carrera. Gonzáles también fue convicto por el uso de fuerza excesiva contra la víctima.

Es de la mayor importancia señalar que Martha no recibió un sólo dólar por la indemnización que recayó en la familia nuclear del hermano de su esposo. El caso de Serafín, nos relata la propia Martha Olvera, “hubiera pasado inadvertido si no es que llego a tocar todas las puertas de Texas exigiendo justicia; fui al Senado, a oficinas de gobierno, e incluso llegué a plantarme en Washington con las autoridades legislativas”. Fue en la sede legislativa donde Martha conoció a quien hasta ahora conserva como gran amigo, el Fiscal Rubén Pérez y su equipo de trabajo, quienes la buscaron, aunque en primera instancia su actitud fue de desprecio, haciendo notar ella que las autoridades federales se cobijan con la misma sábana. Un concepto que Martha cambiaría en virtud del trabajo honesto del Fiscal quien, por cierto, aún ejerce y que finalmente llevó al esclarecimiento del caso en el juicio donde quedó evidenciada la rudeza y la severa golpiza por parte de los agentes federales del SIN –subraya Martha Olvera–, lo cual fue la causa de la muerte de Serafín Olvera en el hospital, días después. Un hecho lamentable, remarca Martha, que abrió paso a una de las conquistas más importante de la vida de todos los hispanos en los Estados Unidos.

Y es que tuvieron que pasar 9 años de la tragedia de Serafín Olvera, para que los agentes del Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN), pudieran ser declarados culpables por asesinato y condenados por ese delito en una corte norteamericana, nos dice con coraje pero también con satisfacción Martha Olvera, quien desde aquellos lejanos días, sigue siendo la misma mujer: sencilla, comprometida, luchadora y sin descanso. Su imagen personal lo demuestra de manera contundente. Viste de una forma por demás austera. Por su rostro no se perciben los afeites de la cosmética, ni en su cuerpo brotan los perfumes. Así decidió vivir y en esa condición y por causa de su lucha incesante, es uno de los más grandes y respetados ejemplos del movimiento a favor de los derechos humanos de los migrantes en Estados Unidos y, particularmente, en el Sur, en el estado de Texas, donde su gesto altruista y solidario ha fortalecido la cohesión entre la enorme comunidad de mexicanos y de otras nacionalidades, arraigados en el estado de la estrella solitaria.

En su modesta camioneta cargada de muchas cosas desde una silla de ruedas que compra de oportunidad a bajo costo en subastas para enviar a su San Luis Potosí querido para quien le pueda servir hasta una mandarina que te ofrece para mitigar el hambre en sus recorridos que son casi de todo el día, símbolo de que la lucha por los derechos humanos no necesita artificios, día tras día Martha Olvera, como desde muy joven, sale al encuentro de sus hermanas y hermanos migrantes. Sabe y confía en las instituciones oficiales, porque la justicia –aunque muchas veces se retrasa–, termina siempre por llegar. Lo ha vivido, lo ha padecido y eso no merma su solidaridad.

 

LOS PASOS SIGUIENTES

EL SINIESTRO DE VICTORIA, TEXAS

Tanto en Texas como en México y Centroamérica, es difícil olvidar la tragedia de Victoria cuando el 14 de mayo del 2003 al siniestro de un tráiler arrojó un saldo de 69 indocumentados fallecidos y le tocó a esta infatigable luchadora encabezar las gestiones para poder embalsamar los cadáveres, entre ellos un niño de 5 años donde rodaron lágrimas de sus ojos al contarme como su abuela que le había enviado de regalo unos tenis lo reconoció por eso y así Martha se movilizo con su fiel Andrea que no se separa hasta hoy de ella buscando recursos como repatriarlos a sus países de origen una vez mas logrando su cometido.

LA MARCHA POR LOS DERECHOS DE LOS DACA

Sin duda, para la memoria colectiva de la sociedad norteamericana resulta un hito en su cultura cívica que decenas y decenas de miles de migrantes marcharan por las calles, para manifestarse a favor de una reforma migratoria integral, cuya demanda central fue reconocer los derechos sociales y culturales s de los hijos de los migrantes nacidos en los Estados Unidos. En esa primera marcha, que fue emblemática y la semilla de un gran movimiento que se extendió hacia el resto de las comunidades, con la participación activa de Martha Olvera con los mexicanos de Houston, se logró convocar, desafiando al temor, a gentes con papeles o sin papeles. Recuérdese que DACA fue un programa que desde origen se planteó proteger a los “dreamers” de la deportación. Aún a la fecha, esa manifestación es considerada, nos dice Martha Olvera, como la más grande a favor de los derechos de más de 40 mil personas, de origen principalmente hispano, que buscaban acceso al trabajo; una lucha, subraya Olvera, que sigue en curso.

En el curso del relato de su lucha, Martha Olvera reflexiona y nos dice: “la ignorancia de nuestros derechos como migrantes, lamentablemente es un tema que aún desconocen muchos hermanos mexicanos. Y es que, abunda: “además de no contar con documentos de identidad, otros muchos los pierden en el trayecto”. Ese es el motivo, explica la defensora de los derechos humanos, porque se dio a la tarea ella se dio a la tarea, aprovechando la iniciativa del gobierno federal mexicano, de proponer Consulados Móviles acercando este servicio a las comunidades y dar clases de Derechos a migrantes.

Una estrategia para estar en condiciones de atender a los hermanos migrantes, que están retirados de la sede consular de Houston, sin poner en riesgo su trabajo o de ponerlos en condición de ser deportados, particularmente en el caso de quienes entraron a territorio norteamericano sin papeles, precisa Martha.

Hace menos de un año, al cumplir sus 69 años, evoca  Martha, tuvo la ocasión de conocer a María Elena  Orantes, con quien tras un fuerte abrazo a la Cónsul General de México en Houston, Texas, selló un pacto de unión a favor de la comunidad de mexicanos en la ciudad. Una colaboración que se da justo cuando en la ciudad texana estaba en crisis la cohesión de la comunidad mexicana por las diferencias existentes entre los diferentes grupos de migrantes. Fue así que ambas luchadoras sociales estrecharon un vínculo de trabajo, que hasta al día de hoy ha ido transformando positivamente el papel de la representación Consular, manifiesto en el bienestar de la comunidad de mexicanos radicados en Houston y en la defensa de los derechos de quienes están en franco proceso migratorio. No está demás acotar que ambas conocen los retos y los caminos de la lealtad a sus convicciones.

Hay en Houston, así, la percepción acreditada y la certeza de que el trabajo de ambas, por el bien de la comunidad migrante mexicana en aquel estado sureño, haga realidad la integración de las y los mexicanos en el entorno de una ciudad tan emblemática como importante por el tamaño de la migración connacional y su aporte a la economía de la ciudad.

Apenas el 6 de mayo pasado, se publicó un dato donde se señala que tan sólo los latinos del área metropolitana de Houston, han desempeñado un papel enorme en el crecimiento de la economía de la región en los últimos años. Según un estudio referido por Houston Chronicle, de 2018 a 2021, los latinos fueron responsables del 68,3% del crecimiento del producto interno bruto del área metropolitana, a pesar de representar alrededor del 40% de la población.

Martha se expresa con mucha gratitud de la comunidad Indu que es quien con su trabajo conquisto y ahora les sirve en sus mejores eventos y de esa manera apoya a su hogar y ha dado impulso a sus hijos de los cuales ella siente un gran orgullo y gran amor por su Viejillo el buen y amable Gelacio Olvera su pareja eterna que han decido que su hogar sea Houston y ambos siguen dejando un legado en beneficio de las comunidades principalmente mexicanas.

 

GRACIAS MARTHA.

 

 

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